Resistencia

Transporte-de-ganado

Pobres de nosotros. Somos víctimas y verdugos a la vez. Y no somos conscientes de ninguno de los dos papeles. Es más: creemos que tenemos cierto control sobre nuestras vidas. Bueno, algunos quizá sí, pero no la mayoría. Ésta se tiene que conformar con vivir una fantasía de libertad, de placer sintético, de satisfacción física más bien; algo así como la satisfacción del ganado estabulado al que se le infla de pienso, hormonas y antibióticos, y al que probablemente ésta satisfacción primordial (o saciedad) le produce endorfinas, procurándole una tranquilidad necesaria para que engorde y crezca, se desarrolle y se convierta finalmente en un producto estandarizado, de peso adecuado, listo para su transformación en productos cárnicos que serán introducidos en la cadena de comercio de nuestro mundo desarrollado.

Algo parecido sucede con el género humano: somos educados para competir, producir, adaptarnos y aguantar. Nuestro talento se deberá prostituir (ni siquiera sacrificar)  por el mezquino dogma libremercantilista, por el credo del desarrollo sostenido (e insostenible, pero qué más da) que está dispuesto a acabar con la dignidad humana a cambio de un poco más de crecimiento económico.

Peor aún. Los humanos no somos simplemente víctimas: muy a menudo también somos verdugos de nuestros congéneres, pues aceptamos participar en el juego impuesto en el que le competencia del todos contra todos se toma muy en serio. Si para ello hemos de actuar, participar, colaborar, callar, aceptar, o simplemente fingir que aceptamos, todo ello a sabiendas de que dañamos a alguien o a muchos, lo haremos con tal de que recibamos nuestra nómina mensual. Lo haremos por nuestros hijos. O por nosotros mismos, no seamos tan hipócritas.

Pero tampoco nos hagamos las víctimas. Podemos enfrentarnos a la dura realidad con algo más de coraje. Reconozcamos que nos quieren dominar unos malditos bastardos, y que éstos han convencido a muchos zombies para que participen en el juego y les apoyen.

La buena noticia: no son necesarias armas de fuego para enfrentarse. Ejerzamos la resistencia con el intelecto; el arma más poderosa y temida por los gobiernos tiranos ( me pregunto si los hay que no lo sean ).

Quizá si nos atrevemos a desenchufar la tele cuando emitan estúpidos realitys, los gallineros de las noticias rosa, los espacios desinformativos o cualquier otra bazofia habitual. Quizá si dejamos de hacer caso de los medios de comunicación y su adulteración de la realidad, ya sea por medio de radio, prensa o televisión; o si dejamos el cine para ocasiones especiales. Quizá entonces tengamos alguna oportunidad de empezar a pensar con la cabeza clara, despejada, lista para que entren ideas de verdad, para que la creatividad se dispare, para que podamos aprender a ser libres. Porque la libertad, la auténtica libertad, nace en nuestras mentes, no nos quepa duda.

Os invito a ser libres por medio de la resistencia. El esfuerzo valdrá la pena.

1 Comments

  1. Hola Utópico:

    Un buen post y realista, desgraciadamente. Resistencia y paciencia, mucha paciencia. Imagino que el proceso de bipedestación en los primeros homínidos debió ser algo similar: a los primeros que caminaban erguidos-descubriendo las amplias posibilidades que se les abrían con las manos libres- les inflaron a pedradas. Debía contrariar al dios del trueno, o algo así.

    El humano se distingue del mono porque éste se encuentra siempre alter-ado, frente a la presunta capacidad de en-si-mismamiento de las personas. Ya decía Descartes que la mayoría de problemas del ser humano reside en que es incapaz de estar un rato a solas en una habitación. Y entonces no había televisión, ni móviles…

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