Culpable

Poderoso Caballero es Don Dinero

Una visión radical sobre el asunto

Para atajar verdaderamente un problema, sea del tipo que sea, tenemos que ir a la raíz. Eliminar definitivamente la pobreza, no sólo en los países pobres, sino también en el primer mundo, donde ya se ha instalado completamente, o de donde nunca acabó de desaparecer, exige ir a la raíz del problema. ¿y cual es esta? Normalmente una buena definición del asunto ya nos da pistas. Pobreza es no tener lo necesario para llevar una vida digna. Una vida digna significaría a su vez disponer de alimento suficiente (y de una mínima calidad), alojamiento adecuado, vestido, una mínima educación (alfabetización y algo más), cuidados sanitarios básicos, así como la posibilidad de aportar algo a la sociedad (ya sea mediante trabajo u otro medio). Todo ello se tendría que matizar, por supuesto.

Entendido esto, podemos ver que el dinero aún no ha entrado en escena. Y no es un error. ¿Curioso no? Pero no lo es tanto si comprendemos que el dinero solo es un medio, pero no un valor en sí mismo. Por tanto, las definiciones de pobreza a partir de los ingresos son una medida muy relativa y poco apropiada, porque antes de la existencia del dinero la gente obtenía los recursos por autoproducción y trueque.

La existencia del dinero mismo podría ser la causa de la pobreza. Expliquemos el asunto, que parece una paradoja, pues la pobreza es definida por muchos como la falta de dinero. Pues Sí y No. La escasez de dinero se traduce en pobreza en parte porque todos los medios necesarios para llevar una vida digna son obtenibles (en las sociedades modernas) exclusivamente mediante dinero. Todo está hoy monetizado (y fiscalizado).

Miremos algunas décadas atrás; en la mayor parte del mundo aún se vivía en pequeños núcleos de población, en los que la comunidad era muy importante, y en las que buena parte de los alimentos o eran producidos en huertos propios o locales o se obtenían en las cercanías. No hace falta remontarse mucho en la historia para comprobar que el dinero era un complemento sólo necesario para distribuir el excedente. Los bienes básicos podían obtenerse sin dinero. La vivienda era la mayor parte de las veces autoconstruida, sin tener que pagar cantidades desorbitadas por unos planos, ni permisos ni impuestos. No sólo se trataba del alimento, también el agua era gratuita, y la basura (sólo orgánica, pues no había plásticos ni aluminio ni ningún envase) convertida en abono, no requería servicio de retirada; tampoco había impuestos ( o eran una fracción de los actuales), y el transporte, a caballo, a pie o más tarde en bicicleta, era 100% ecológico y sostenible. Es fácil ver que vivir era “barato” y se podía vivir con muy poco dinero, pues este era para pequeños lujos más que para las necesidades más básicas.

El dinero fue originalmente un medio de intercambio, un invento excelente para facilitar el trueque y un incipiente comercio. El lado más perverso del dinero vino mucho después, en el momento que empezó a prestarse con intereses, y peor aún, cuando se convirtió progresivamente en un monopolio manejado por un reducidísimo grupo de personas, con el apoyo puntual de gobiernos y fuerzas armadas. Hablando de guerras, éstas cada vez pudieron contar con más recursos gracias a la creación de dinero en manos de los estados y bancos centrales. Las tasas de interés y la inflación no son el único inconveniente del dinero, como vemos.

Hoy día el valor del oro y el efectivo es apenas una fracción del valor del dinero virtual

Son los bancos centrales, que se proclamaron emisores del dinero, los que tienen el poder de crear expansión o contracción, utilizando la “flexibilidad” del mercado monetario para extender las redes y después recogerlas, apropiándose de la riqueza real de las naciones y sus gentes, a las que se les impide prácticamente por la fuerza disponer de otras opciones monetarias.

La dependencia del dinero es doble; casi todo se obtiene ya exclusivamente por medio de dinero, y este dinero es el único bendecido por la legalidad. El dinero permite los negocios, pero también endeuda a una mayoría de la ciudadanía y a Estados enteros. De hecho casi todas las naciones están en deuda con los emisores del dinero, que a cambio han puesto poco más que el papel y la tinta para emitirlo, y últimamente poco de eso, pues el dinero es ya totalmente virtual.

Aún más paradójico resulta todo si consideramos que vivimos rodeados de una enorme riqueza que permanece en gran medida ociosa por las restricciones de los mecanismos financieros y administrativos. Hoy día, es muy difícil obtener los recursos (materiales y humanos) para iniciar una simple actividad económica, y si un proyecto no “promete” rentabilidad suficiente para permitir una devolución de los intereses (tan importantes que en otra época se hubieran calificado de usura), más los gastos “administrativos” y fiscales correspondientes, además de cubrir una inevitable y excesiva cuota de una llamada “seguridad social”, se acaba decidiendo no hacer nada. Incluso sin necesidad de crédito, poner en marcha una pequeña actividad “económica” resulta una aventura de lo más incierta. Y es una cuestión política mucho más que de recursos. No faltan ni ganas, ni creatividad ni medios; de hecho no falta nada de lo verdaderamente necesario.

Sin embargo no podemos volver al trueque, ni los bancos de tiempo son una solución práctica, ni el voluntariado resuelve gran cosa (no es totalmente inútil pero sí de alcance muy limitado).

Una solución casi inmediata para poner el talento y los recursos que permanecen ociosos es el dinero alternativo (o complementario) y como solución provisional mientras el dinero vuelve a ser como debió permanecer siempre, siendo un medio de intercambio controlado por unos gobiernos verdaderamente democráticos. Un dinero que no tenga un valor variable en ciclos, tal como el que tenemos ahora, que permite a los dueños de los bancos centrales recoger la cosecha periódicamente, no sirviendo realmente como acumulador de valor fiable.

Por tanto, resumiendo, si bien la pobreza puede atajarse por múltiples vías, a medio y largo plazo sólo ir a la raíz del problema puede producir resultados duraderos, y esa raíz del asunto es sustituir el tipo de dinero basado en deuda y controlado por bancos centrales privados que actualmente «nos domina»».

Por supuesto, es de prever que algunos se enfadarán al oír esta propuesta (que no es mía, que conste, yo solo soy el mensajero – bloguero)

Otra posición alternativa

Quizá resulta en cierto modo contradictorio que la mayoría de proyectos que pretenden acabar con la pobreza y el hambre se dediquen principalmente a recaudar dinero para pagar con ello los bienes y servicios necesarios para sus objetivos locales y a corto plazo.

¿No sería preferible actuar a medio y largo plazo y de modo global, analizando posibles soluciones, conectándolas, proponiendo las mejores estrategias capaces de regenerar la riqueza y el bienestar sociales no sólo en los países pobres sino en todo el mundo?

Por lo visto no, pues es frecuente entre las ONGs ir aún más allá y sembrar mala conciencia para recaudar ese dinero.

Los motivos que llevaran a la gente a aportar fondos deberían ser, además de emocionales, razonados. Además, la ayuda solicitada puede consistir en muchas más opciones que sólo la ayuda económica. El dinero, por supuesto, es transformable en todo tipo de bienes y servicios, pero también es más susceptible de malversarse, dada su naturaleza volátil y hoy día casi etérea. Por eso nosotros utilizamos ideas, que son un valor puro que, de manejarse con cuidado, son prácticamente incorruptibles.

Nuestro afán es tanto desmontar las malas ideas como exponer las buenas, a la vez que las ponemos en contexto, conectándolas, colaborando en trasladarlas desde la teoría a la práctica.

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