El origen de todas las guerras

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Publicado por Alberto Montiel el 17/12/2007

Si te esfuerzas por tirar del hilo argumental de los grandes temas, es decir, te preguntas por el porqué de ciertos asuntos – en plan infantil, sin parar de hacerte preguntas – puedes llevarte una sorpresa desagradable.
Uno de los grandes temas – a mí me parece el más grave de todos – es el origen de las guerras, los enfrentamientos armados y el suministro de armas como las minas antipersonas.

En primer lugar se han de fabricar armas, munición y minas y han de llegar a las manos de quienes están dispuestos a empuñarlas y manejarlas. Estas personas – a veces niños -, han de vivir inmersos en situaciones de graves conflictos generadores de tensiones, odios, y/o ser totalmente vulnerables y verse envueltos de forma involuntaria. Por supuesto esto es simplificar demasiado, pero he de empezar a tirar del hilo por algún lado.

Para producir estas armas se ha de emplear tecnología y personal técnico muy cualificado, lo cual representa un coste económico considerable, y se han de superar los controles de los países de origen y los controles del comercio. A veces los propios Estados se involucran en ello cuando el fin del armamento no es la defensa del propio territorio ni los intereses directos de seguridad del Estado. El comercio de armas es, sin duda un gran negocio que puede convertir en fin lo que era un medio.

Los conflictos armados tienen origen, aparentemente, por multitud de factores, aunque tras ellos casi siempre se esconde – con mayor o menor eficacia – una razón muy vieja y prosaica: la lucha por las fuentes energéticas (hoy petróleo), minerales estratégicos, el control de recursos naturales, fuerzas de producción (hoy control de los mercados) y vías de comunicación clave. Eran los motivos en las guerras de la antigüedad y siguen siéndolo en los conflictos armados actuales.

Sigo tirando del hilo; para que los estados puedan invertir en el negocio de la fabricación de armamento han de poder ocultarlo o justificarlo, pero también han de disponer de financiación a partir de los presupuestos originados vía impositiva.

Ahora viene el motivo mas difícil de identificar: el de la aparición de las tensiones y conflictos que desencadenarán las guerras y enfrentamientos armados.
Ha de existir una situación de grave descontento y conflicto de intereses que pueda ser atribuida – con o sin razón – a una causa externa fácilmente identificable. La población puede someterse a un estado de confusión que facilite la tarea. A continuación aparecen facciones “proviolencia” que arrastran a un mayor número de seguidores.
Pero para llegar a ello en el otro “bando” han debido ver la necesidad de tomar el control para bien de la seguridad global y/o para garantizar unos recursos que no podían “perderse”.
El “bando” que inicia la ofensiva siempre se cree tan legítimamente con derecho a su actuación como el bando contrario tiene derecho a defenderse. El derecho internacional y el derecho a la información han de ser atajados excepcionalmente. Aquí impera el fin, que justifica los medios. No hay lugar para las debilidades políticas: es la guerra al fin y al cabo.

Volvamos atrás para tratar de explicarnos el cómo de la aparición de los conflictos de intereses.
Ha de existir un recurso lo suficientemente valioso para que ponga en marcha la máquina de la codicia del comercio internacional. Suele tratarse de materias primas muy escasas o petróleo.

Llegamos al punto clave: el valor de estas materias primas y del petróleo dependen del funcionamiento de los mercados internacionales y especialmente del “modelo” de vida “occidental” exportado al resto del mundo.
El petróleo no tendría el valor que tiene si no dependiéramos tanto del transporte de mercancías para nuestro aprovisionamiento, no nos desplazáramos con vehículo privado tan a menudo, ni cogiéramos un avión tan despreocupadamente, entre otras causas.
Las materias primas estratégicas no tendrían tanta importancia si nuestras vidas no estuvieran tan ligadas a la alta tecnología, como el consumo de productos informáticos y de telecomunicaciones, automóviles, etc.

Detrás del negocio de estos recursos encontramos un mercado de consumidores convencidos por los gobiernos de sus países de que tienen derecho a seguir viviendo de la forma insostenible a la que les han acostumbrado durante la época precedente; y no se dan tampoco opciones porque en el fondo se alimenta un continuismo que ha beneficiado a una – hasta ahora- floreciente industria. Hasta el momento el mercado ha “funcionado” porque las distorsiones han sido puntuales al darse un crecimiento de la “producción” de estos recursos suficientemente rápido para adaptarse a los ritmos de crecimiento financieros.
Pero entramos de lleno en una época de distorsión permanente entre el “desarrollo” económico y las posibilidades de explotar aún mas los ecosistemas, y especialmente los recursos minerales metálicos y fósiles, son escasas, o al menos no será fácil sin “expropiar” a los países en desarrollo, o claramente pobres, los recursos que ellos podrían empezar a explotar por su cuenta.
Frente a ello, la cacareada competitividad empresarial, la mayor parte de las veces no es más que una huida hacia delante, que no resuelve los problemas fundamentales y empeora la lucha por los recursos.

¿Qué hacer frente a todo ello?
Si no queremos apoyar indirectamente los conflictos armados podemos hacer varias cosas:
1- Calcular nuestra huella ecológica para ser conscientes de la necesidad de simplificar nuestras vidas.
2- Reducir la renovación de equipamiento tecnológico: p.e. alargando la vida del móvil y del ordenador (yo escribo este blog con un PC del año 98, y hasta que reviente)
3- Si no podemos prescindir aún de las “comodidades” modernas, comprar usado (2ªmano).
4- Plantearnos la insumisión fiscal como protesta ante los gastos en armamento.
5- Coger el automóvil lo mínimo “indispensable”, conducendo despacio y sin acelerones.
6- Informarnos visitando una de estas Páginas de Grupos Antimilitaristas.
7- Pasar este escrito a algún amigo o conocido. (Clica en el título; abre Archivo; Enviar…)

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